Al principio, su hijo no sabrá distinguir entre el día y la noche. Su diminuto estómago le permite estar satisfecho sólo durante tres o cuatro horas, por lo que no hay más remedio que alimentarlo a intervalos regulares durante las 24 horas del día en las primeras semanas de vida. De todos modos, incluso a esta edad, puede empezar a enseñarle a su hijo que la noche es para dormir y el día para jugar.
Para ello, intente que las tomas nocturnas pasen lo más desapercibidas posible: no encienda la luz ni alargue demasiado el cambio de pañales. En lugar de jugar un rato con su hijo, vuélvalo a acostar en cuanto lo haya alimentado y cambiado. Si duerme más de tres o cuatro horas seguidas, sobre todo cuando la tarde esté ya muy avanzada, despiértelo y juegue un rato con él. Así tendrá más sueño «acumulado» y dormirá mejor por la noche.