La mayoría de los recién nacidos no toman más de unos 84 mililitros en cada biberón y, por lo tanto, necesitan seis biberones al día. Es raro lograrlos que tomen cada cuatro horas. El niño manifiesta cuándo tiene hambre. La madre no debe sorprenderse si debe darle el biberón hasta cada dos horas o si el intervalo entre uno y otro varía diariamente. A medida que el niño crece, es capaz de tomar mayor cantidad y con menor frecuencia. El biberón de media noche generalmente se pasa por alto cuando el niño comienza a dormir la noche entera, hacia el cuarto mes. Al año de edad, la generalidad de los niños con tres biberones al día y alguna golosina de vez en cuando.
Alimentos sólidos
Los jugos de frutas, especialmente de naranja, pueden agregarse a la dieta del lactante desde la segunda o tercera semana de vida. En cambio, los médicos y los dietistas discrepan respecto a la edad más conveniente para que el lactante comience a tomar alimentos sólidos.
Casi todos los niños pueden digerir los alimentos sólidos desde el nacimiento, pero la falta de coordinación en la lengua puede impedírselos. En opinión de la mayoría de los dietistas, y de los médicos, no es necesario suministrar a los niños alimentos sólidos hasta los tres o cuatro meses de edad.
Muchos padres, sin embargo, afirman que su hijo duerme toda la noche si toma un alimento sólido en la última comida del día. En los niños con fuerte tendencia hereditaria a las alergias puede ser más conveniente aplazar los alimentos sólidos hasta los cuatro meses de edad. Si el niño parece insatisfecho con la sola leche, se le puede agregar a ésta, para espesarla, harina de arroz; es muy improbable que la harina de arroz provoque alergia.
Los lactantes generalmente se desarrollan bien si reciben verduras coladas, o conservas comerciales infantiles, entre los tres y los seis meses de edad. Las conservas infantiles suelen ser productos caros y, generalmente, contienen una cantidad considerable de agua por lo que últimamente ha aumentado la práctica de preparar estos alimentos en casa.
Entre los seis y los nueve meses de edad, muchos niños reciben alimentos blandos. Finalmente, entre los nueve y los doce meses, la mayoría de los niños pueden ya comer, con los dedos o con ciertos cubiertos, muchos alimentos de consumo habitual en la mesa.
Lo mejor para la alimentación del niño, después de que ha cumplido un año, es darle porciones pequeñas de lo que comen los adultos. Deben ofrecérseles alimentos de los grupos básicos: leche y quesos; carne, pescado o pollo, o su equivalente proteínico en huevos, quesos; luminosas; frutas; hortalizas amarillas y verdes; y pan, papas y cereales.
Capacidad para alimentarse
La mayoría de los niños pueden succionar vigorosamente desde el nacimiento, aunque algunos no perfeccionan esta habilidad hasta las cuatro semanas de edad. El dominio de la lengua comienza a desarrollarse a los cuatro meses, pero el niño aún no puede usarla para tomar el alimento que se le ofrece en cuchara. A esta edad, el lactante traga bastante aire y es necesario ayudarlo periódicamente a que lo expulse.
También a los cuatro meses principia a manifestar que espera que se le dé un alimento. La sola vista de algo de comer lo hace mover un brazo. La protrusión de la lengua llega a desarrollarse al grado que el niño la proyecta para seguir una cuchara. En esta etapa se le deben introducir los alimentos hasta la porción más interna de la lengua; a medida que avanza en el dominio de la lengua, podrá usarla para tomar el alimento en una cuchara.
Entre los 5 y los 6 meses de edad el niño logra el control de los labios y se le puede acercar una taza. A esta edad progresa en el manejo de sus manos y es ya capaz de sostener el biberón con las dos. Poco después podrá llevarse cosas a la boca y comenzará a desarrollar la aptitud para asir una cuchara.
Entre los 6 y los 9 meses de edad, el niño aprende a tomar el alimento que se le ofrece o cachara y, finalmente, puede beber de una taza. Aprende, por ejemplo, a comerse una galleta sin necesidad de ninguna ayuda. Entre los 9 y los 12 meses de edad, el lactante consigue un mayor dominio digital y puede coger pequeños trozos de alimento. Intentará entonces comer con cuchara, pero las más de las veces ésta aún resultará mejor como juguete que como cubierto.
Ya puede el niño sostener una taza, pero fácilmente derrama el contenido. A esta edad comienza a mostrar selectividad respecto a sus alimentos. Se han urdido muchos mitos acerca de los gustos de los niños. Aun cuando las papilas gustativas están bien desarrolladas desde la infancia, en esa etapa los niños son más sensibles a la consistencia que al sabor de los alimentos, y suelen rechazar algunos por su textura.
El periodo entre los 12 y los 15 meses de edad es uno de los más difíciles para los padres. Es cuando el pequeño comienza a lanzar alimentos y utensilios, y a manifestar enérgicamente su aceptación o rechazo de ciertos alimentos. Entre los 15 y los 18 meses de edad, el dominio muscular se perfecciona al grado de que el niño puede manipular una taza llena de líquido sin derramarlo. Entre los 18 meses y los 2 años, ya sabe tomar en taza y beber con popote (paja). Los aspectos sociales de la alimentación se hacen más evidentes a esta edad, ya que el niño empieza a decir “comer”, a nombrar ciertos alimentos y también a saber cuándo algo “se acabó”.
Por lo menos la mitad de las primeras seis palabras que aprende se relacionan con sus alimentos. A esta edad, los niños comienzan a darles de comer a sus muñecas o animales de peluche. A los 3 años ya no deben derramar mucho los líquidos y son capaces de coordinar los actos de comer y hablar.
El aspecto social de la alimentación
Las comidas son una parte integral del desarrollo social del niño. Cuando está a la mesa, aprende a comportarse en familia y a elegir sus alimentos. Aunque a muchos padres les parezca increíble, se ha demostrado que a los 9 meses de edad los niños saben escoger una comida equilibrada si se les ofrece una amplia diversidad de alimentos; los niños estudiados al respecto no presentaron exceso ni falta de peso corporal.
Se descubrió que las preferencias del niño pueden variar de un día a otro. Algo que hoy rechazó puede ser todo lo que quiera comer mañana. Nosotros no somos partidarios de usar los alimentos, por ejemplo los dulces, como premios, y además opinamos que no se debe imponer como castigo un alimento que al niño le disguste.
Cada comida puede convertirse en un campo de batalla. Esto se evita en parte si los padres comprenden que los requerimientos dietéticos del niño varían notablemente al cumplir un año. Los lactantes aumentan de peso aproximadamente un kilo por mes durante los primeros seis meses de vida, y medio kilo de los 6 a los 12 meses, pero a partir de entonces su aumento es de sólo dos a dos kilos y medio al año, hasta la edad de 6 años.
Es más fácil para los padres tolerar la inapetencia del niño, si saben que aun cuando coma poco satisface sus requerimientos de nutrición. Los niños no abandonan la mesa con hambre; su apetito es una buena indicación de cuánto deben comer.
A medida que los niños crecen, la principal comida del día se convierte en el momento de reunión de toda la familia. Tiene, por lo tanto, importancia como acto social. Los que aprovechan la comida para ver televisión o leer el periódico malgastan un rato que sería mejor empleado en convivir con la familia. La buena comunicación a la hora de comer es importante para la buena salud, tanto física como mental.
Preocupaciones frecuentes respecto a la alimentación
A falta de un término exacto, emplearemos aquí, ampliando su sentido, el vocablo golosina para abarcar todo cuanto se refiere a productos industrializados, salados o dulces, que se comen generalmente a deshora, así como muchos alimentos comerciales semipreparados.
El valor nutritivo de estas “golosinas” varía enormemente. Algunas son muy alimenticias, en tanto que otras casi no lo son. Todas, en cambio, son caras. Los padres deben emplear su sentido común, leer las etiquetas de los envases y no recurrir jamás a estos productos como premios.
La alimentación puede determinar la conducta del niño, y los padres no deben alentarlos a consumir alimentos costosos y que los nutren poco. Algunos padres se preocupan porque, al parecer, sus hijos sólo comen estas golosinas. Sin embargo, los niños no van de compras y, por lo general, la autoridad de los padres es suficiente para frenar el consumo de estos productos que no son nada recomendables.
Los cereales listos para servir pueden ser excepcionalmente nutritivos o todo lo contrario. El azúcar que contienen estos cereales varía del siete al setenta por ciento: antes de comprar cualquiera de ellos conviene leer cuidadosamente su composición, que aparece impresa en cada paquete.
Algunos aditivos son necesarios por ejemplo los conservadores, pero la mayoría de ellos salen sobrando. Dado que cualquier sustancia extraña puede provocar alergia en el sujeto sensible, existen sin duda alguna numerosas reacciones alérgicas atribuibles a estos aditivos.