Internet tiene entre una de sus mejores cualidades el facilitar y difundir ideas que, en el caso del azúcar, ha desmitificado conceptos tradicionales que aplicábamos a su consumo. Páginas como el blog de Rosa Rosset Gorgues sirven cuanto menos para poner sobre la mesa un debate existente, como el que confirma el hecho que vamos camino a convertirnos en una sociedad obesa, donde enfermedades como la diabetes o dolencias cardiovasculares pasen a ser crónicas en gran parte de la población por culpa no de la genética, sino de unos malos hábitos alimenticios donde el azúcar tiene gran parte de culpa.
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¿Por qué lo que antes era bueno, ahora resulta nocivo?
Más allá de su consumo en golosinas y productos ultraprocesados, el azúcar en décadas anteriores, las vividas por nuestros padres y abuelos, ha sido visto como lo que al fin y al cabo es: un nutriente esencial que, como todo, si no se toma de forma desmedida, no es perjudicial.
De hecho no podemos obviar que una dieta sin azúcares tampoco es una dieta sana por lo que, ¿dónde está el debate? El problema lo encontramos en esa forma desmedida: cuando nuestros padres y abuelos practicaban una dieta cotidiana, los productos procesados no estaban tan presentes como a día de hoy, por lo que consumir de forma ocasional alguno de los productos de pastelería donde el azúcar era evidentemente desmedido, no suponía ningún otro problema.
Ahora, el dilema, la cuestión de debate la encontramos en los llamados azúcares ocultos: el azúcar que consumimos sin darnos cuenta mediante productos que, en un principio, no deberían llevarlo.
El azúcar oculto: dónde encontrarlo
Tomar azúcar por necesidad no debería ser un problema, ya que lo encontramos “oculto” en alimentos saludables como frutas y verduras, pero no es lo mismo aquello que se oculta de forma natural, que aquello que se oculta engañosamente para disfrazar sabores.
Es lo que ocurre en la industria alimentaria con los alimentos procesados, introduciendo ingentes cantidades de azúcar en productos que en principio no tendrían que llevarlos, como es el caso de las salsas de tomate, el pan de molde, los embutidos, carnes procesadas… Un suma y sigue de cada producto que tomamos de forma cotidiana a los que además les sumamos aquellos que sí sabemos que llevan azúcar (y no en pocas cantidades) como es el caso de los dulces y refrescos.
Todo ello hace que a lo largo del día, vayamos sumando gramos y gramos de azúcar sin apenas darnos cuenta, acumulándola en exceso y produciéndonos dolencias desde cardiovasculares hasta diabetes y otros tantos males del s. XXI tal como nos alerta la OMS.
¿Y cómo evitar esta práctica nociva? Leyendo el etiquetado. Todo producto que desconozcamos si lleva azúcar y vemos que se incluye entre los 5 primeros ingredientes del listado, debe suponernos que, o lo suprimamos de nuestra dieta, o lo compensemos dejando de consumir otros que también exceda en azúcares.