La velocidad con la que se moverá nuestro hijo gateando por toda la casa, es sencillamente asombrosa, nos ponemos a recordar sus comienzos de gateo y quedamos asombrados por la velocidad con la que se mueve ahora y lo mucho que ha crecido. Todo lo que puede se lo mete por la boca y si es lo demasiado grande como para poder «masticarlo», lo suelta y deja caer.
Ya llega a un punto en el cual nuestra casa es un verdadero peligro, su curiosidad es tal que se topa con todo y se lastima con todo, puede llegar a causarse daño de las maneras menos pensadas y hacer cosas igual de inesperadas, su curiosidad y movilidad lo invaden. Por ende, hay que ofrecerle un hogar completamente seguro para impedir que se cause daño, y pueda seguir con su intuitiva investigación.
Hay que tomar las mayores precauciones posibles, y no podemos pensar que no se va a lastimar a pesar de ofrecerle la mayor seguridad, así que por eso, debemos tener un botiquín que posea todo lo necesario en casos de tener que recurrir a ello: vendas adhesivas, gasas, algún que otro antiséptico, pinzas, tijeras, algodón, crema contra quemaduras, etc.
Décimo mes: Puede distinguir ya el tamaño de los objetos en relación a la distancia, así como cuando le estamos preparando su papilla, por los ruidos que se producen en la cocina. Ya sabe prácticamente todas las cosas que solemos realizar habitualmente, habiendo alcanzado un estado intelectual admirable.
Podemos ver que hasta se consuela solo, aferrándose a un muñeco, un pedazo de ropa, o a una concla, porque sienten seguridad en ello, o hasta chupan ciertos objetos porque le hace recordar a su mamá. Esta conducta no hay que reprimirla ya que, de a poco, va aprendiendo a solucionar sus problemas internos.
Undécimo mes: En este mes pasea, escala e investiga por todos los muebles de la casa, y si queremos que nuestra alfombra o algún otro objeto se mantenga sano, es mejor quitarlo durante un tiempo, para evitar cualquier conflicto.
Vendrán sus primeras caídas e intentará ponerse de pie sosteniéndose de ua silla como apoyo y apoyándose con la otra mano. No hay que ser muy dramáticos en esta etapa y tampoco reprimirlo, ya que son golpes que se dará obviamente.
Vigésimo mes: Ya no le va al bebé que les digamos «guau-guau» para querer decir perro, ni cosas así, el bebé ya puede entender claro lo que queremos decirle y es mejor dejar esas formas de hablar porque lo que haremos es relentizar su aumento de intelecto.
Su intelecto llega a tal punto que si nosotros disfrutamos y nos reímos de algo que hace, lo repite, dándose cuenta del sentido del humor. Son etapas en las cuales notaremos grandes mejorías a nivel mental y que no dejarán de complacernos y a la vez, sorprendernos.