El sueño en el bebé

Dormir es una acción que a simple vista para cualquier humano es predominantemente pasiva. Esto es verdadero en cuanto a acciones del humano para con el medio que le rodea, sin embargo dentro del organismo, el sueño indica el comienzo de una fase reparadora muy activa que garantiza otra jornada o rutina con desgaste físico.

Dentro del sueño hay distintos tipos de clasificaciones con respecto tanto al proceso que se lleva dentro del organismo como con el tiempo y los bloques de horas que se duermen durante el día. Para explicar un poco mejor se puede decir que un humano adulto presenta en promedio un sueño monofásico o bifásico. El primero quiere decir que las horas dormidas se encuentran distribuidas de manera contigua como puede ser toda la noche en un lapso que generalmente puede ir de 6 a 10 horas.
El segundo caso indica un sueño distribuido en un bloque nocturno y un pequeño bloque vespertino (siesta).
Pero también existe una distribución horaria que suele llamarse polifásico en el cual las horas dormidas están distribuidas a lo largo del día en bloques pequeños.

Por otra parte, el sueño también puede dividirse en fases que son distinguibles gracias al movimiento ocular que se produce durante ellas.
La primera es llamada NREM y no presenta movimientos rápidos mientras que la segunda REM sí los presenta.
NREM está relacionado con el sueño ligero y REM con el profundo.

Un neonato presentará en su distribución de las horas dormidas un sueño polifásico que irá mutando hacia la forma monofásica a medida que se produzca su maduración y crecimiento.
Los recién nacidos suelen traer varias complicaciones a la pareja en cuestión de atención, pues gracias a la distribución de sus horas de reposo suelen despertarse en la mañana temprano o madrugada. Durante un lapso de 24 horas dormirá 16 o 18 horas distribuidas de forma mayoritariamente aleatoria. Aunque por lo general cumplen ciclos de no más de cuatro horas reloj.
Presentará además sueños con ciclo REM y NREM que durarán entre 50 y 60 minutos (en contraposición a los 90 de la adultez y adolescencia)
Por otro lado será conveniente que los padres vayan enseñándole al nuevo hijo una distribución y orden en el correr de las horas con respecto a sus actividades. Paseos, baños, lugares, etc. No puede imponérseles una rutina de sueño puesto que ellos siguen guiándose por los ciclos que cumplían en la vida intrauterina.

Además es una buena opción marcarles la diferencia entre lo que son las horas diurnas y lo que son las nocturnas. Esto se puede hacer fácilmente cambiando el método y la forma en la cual uno se comunica o interactúa con el recién nacido. Es conveniente que la luz de las habitaciones no sea reprimida y que a la noche, por el contrario, se establezca una buena oscuridad y silencio. En los momentos que el bebé se despierta por las noches hay que hacer hincapié en demostrarle que la noche es para descansar evitando encender la luz o jugar. A la hora de alimentarle se le debe hablar despacio y poco.

En bebés del segundo trimestre, es decir a partir del cuarto mes, el ritmo del sueño está visiblemente mutado, pues logran dormir entre 14 y 15 horas por jornada. De las cuales cuatro o cinco es en forma de siestas separadas y el resto de corrido durante la noche.
A diferencia de la etapa anterior, logran conciliar el sueño en una etapa NREM como todas las posteriores a esta.
Durante los primeros meses de esta etapa es probable que el niño se siga despertando por las noches para requerir alimentos a los padres. Sin embargo, a medida que el tiempo transcurre las interrupciones disminuyen.
Por otro lado, es importante que quien esté a cargo del bebé comience a enseñarle a dormirse solo. De lo contrario, siempre dependerá de que lo carguen y acunen para conciliar el sueño, esto puede ser logrado evitando cargarlo cada vez que se lo quiera calmar.

El segundo trimestre suele ser una etapa ideal para realizar el cambio de sitio donde el niño duerme. Se debe tener en cuenta que luego del quinto mes y mayoritariamente en el octavo suele ocurrir ‘la angustia del octavo mes’ que se caracteriza por un aumento del apego del bebé hacia la madre cuando descubre que poco a poco se está independizando y que ella no es una prolongación de sí mismo.

Cuando el niño ya cumplió su primer semestre y comienza tercer trimestre de vida fuera del útero transita una nueva etapa llena de estímulos. Además es rodeado por una nueva camada de estímulos que lo mantienen más activo y con la ansiedad de explorar nuevos territorios. El gateo y nuevos modos de traslado ayudan a que el pequeño encuentre nuevas cosas para realizar o explorar todos los días. De esta manera puede generarse ciertos desbalances en la rutina.
Por un lado, el bebé está capacitado ya para dormir entre unas 14 a 15 horas diarias y deja de interrumpir su sueño para reclamar alimento. Además aprende a comer de día y separar la noche para dormir. Por otro lado, hay que cuidar que el pequeño no sufra desbalances en su ritmo a causa de la sobre-estimulación.

Finalmente en el último trimestre del primer año de vida el niño es capaz de dormir 13 horas diarias con una o dos siestas durante la tarde. Se debe recordar que la angustia del octavo mes puede causar grandes desajustes en el sueño, por ello muchos padres le otorgan a sus hijos un muñeco o peluche con el cual el niño tomará cierto apego a modo de ‘sustituto’.

El conocimiento por parte de quienes cuiden del niño sobre las horas que este debe dormir es imprescindible para discernir entre lo que es un llanto por hambre y un llanto por dolor, enfermedad o molestia.
Si el niño llora de manera extraña, continua y nada lo calma será mejor realizar una consulta pediátrica. Sin embargo, no se debe olvidar realizar consultas periódicas para controlar el estado de la salud del pequeño.

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