El cuerpo femenino sufre diversos e importantes cambios para garantizar el aporte de todo lo necesario que el nuevo ser tenga a disposición durante las 40 semanas de gestación. La sangre materna no se mezcla con la sangre fetal, pero las mismas intercambias sus sustancias a través de un complejo órgano, la placenta. La misma realiza una tarea esencial de permitir el pasaje de oxígeno, anhídrido carbónico, sustancias nutritivas, desechos y una multiplicidad de hormonas y sustancias de comunicación.
La placenta es un órgano que permite el pasaje de múltiples sustancias, situación que la mujer embarazada debe tener en cuenta, cuidando sus hábitos y su dieta diaria.
En este sentido, la placenta es permeable a infecciones, es decir, que pueden atravesar la misma bacterias y virus que circulen por la sangre materna. Por esta razón la embarazada debe cuidarse durante las 40 semanas de posibles infecciones que pudieran afectar a su hijo.
El control periódico con un médico constituye una tranquilidad, que permite descartar cualquier infección que curse la madre y pueda pasarla potencialmente al feto. Las medidas de higiene y evitar el contacto con personas enfermas en fundamental para la embarazada durante toda la duración de su gestación.