El ombligo es la cicatriz remanente de lo que alguna vez fue el cordón umbilical, el cual es un órgano que une el sistema circulatorio del feto con la placenta del útero basado en el alojamiento de dos arterias y una vena. La placenta es una formación de tejido especializado conformada en parte por tejidos propios de la madre y en parte por tejidos propios del embrión. La función de esta es la de servir como medio de intercambio de sustancias, purificación y oxigenación de la sangre. Algo parecido a lo que realiza el hígado y los riñones en el cuerpo adulto.
Al momento del parto, el cordón es cortado por el médico y seguidamente se procede con el desprendimiento de la placenta de las paredes del útero.
Luego del proceso de alumbramiento, el niño queda con una porción del trayecto del cordón adherido a su abdomen. Posteriormente sufrirá un proceso de momificación causada por la deshidratación y una final caída para dar lugar al ombligo tal y como se lo conoce habitualmente en cualquier adulto. El desprendimiento de esta recidiva del embarazo se llevará a cabo entre la fecha octava y decimoprimera luego del parto, siendo más tardía cuando el alumbramiento es a base de cesárea.
Hay que tener en cuenta que el proceso debe ser acompañado por un conjunto de pasos y acciones que debe llevar a cabo la persona que esté encargada del resguardo del neonato. Nunca nadie debe tirar del cordón para desencadenar su caída de manera artificial, pues al margen de que el proceso tiene todo un progreso natural y sano, no se debe olvidar que este órgano servía para el transporte de sangre y una eventual herida en la zona puede generar una hemorragia severa.
Para favorecer a la cicatrización y caída natural de la recidiva del cordón se tiene que seguir con mucho cuidado los consejos del especialista que atienda, cuide y sigua el historial clínico del bebé. Por lo general, es muy recomendada la aplicación de un algodón embebido en alcohol o la implementación de algún tipo de antiséptico que evite la infección de la herida. Pues, después de todo, lo que se ha provocado al cortar el cordón ha sido nada más y nada menos que una verdadera herida obliterada gracias al accionar de los médicos en el momento del parto.
Se debe escapar de lugares excesivamente húmedos, pues son lugares que predisponen a la colonización de la zona por parte de bacterias. Aunque sí hay que reconocer que el proceso de momificación y caída lo que queda del cordón adherido al niño está dado en parte por la actividad de microorganismos.
Pero, por otro lado, una infección o demasiada humedad terminan siendo factores causantes de un retraso en el proceso de cicatrización y caída.
En caso que el niño continúe con su cordón umbilical adherido durante mucho tiempo entonces será mejor efectuar una consulta con el médico.
El proceso para la higienización y cura de la región comenzará por la prevención. Intentar mantener la zona lo más resguardada posible de la humedad y consecuentemente de la orina del bebé. Es recomendable que el pañal no tome contacto con esa porción, para ello muchas madres recurren a doblar su borde anterior. No intentar tapar ni tocar con ningún instrumento el cordón, pues es una zona frágil que puede generar hemorragia.
No olvidar higienizarse las manos antes de comenzar la cura.
En primer lugar se debe tomar una gasa esterilizada desde las puntas para evitar contacto de los pulpejos con el centro de ésta. Otra opción es utilizar hisopos y en menor medida algodón, pues no es recomendable por la fragilidad y facilidad con la que deja retazos.
La gasa debe ser embebida con alcohol de 70° o con el antiséptico que haya recomendado el médico pediatra. El alcohol no debe escurrir por los costados, pues puede generarle lesiones en la piel al bebé. Es bueno saber que el alcohol absorbe agua y deshidrata.
Se debe aplicar la gasa limpiando la base del ombligo el cual puede poseer algunos restos de sangre fresca. Esto no debe causar susto alguno pues es algo normal. Solo preocuparse en caso de que la sangre emerja en abundancia.
El contacto con el aire de un ambiente limpio y no muy húmedo favorece al resecado del cordón y su posterior caída. Por esta razón muchos médicos aconsejan que éste no sea tapado con gasas, las cuales muchos utilizan para mejorar el aspecto estético del niño.
Una vez que el cordón haya caído no se debe suspender la cura, sino extenderla hasta que el sitio haya cicatrizado por completo. Antes de caer, podrá verse que su tamaño decrece, se atrofia y se aleja del centro. Nunca se debe proceder a tirar de él para terminar el proceso de forma abrupta.
Finalmente, el flamante ombligo estará luciendo en esplendor. Pero tanto antes como después de este evento se tiene que prestar mucha atención que la zona no emita sustancias verdosas, purulentas o mal olor. Esto es muy importante puesto que cualquiera de estos eventos indicarían signos de infección.
Una infección en el ombligo representa una urgencia para el neonato y debe acudirse inmediatamente al médico. No debe ser motivo de gran preocupación puesto que el servicio médico posee todos los medios para remediar la situación, no obstante sí es un motivo de alarma y movilización rápida para el pedido de atención médica urgente con tratamiento local o endovenoso.
Dentro de las malformaciones que pueden expresarse desde el momento del parto son las hernias umbilicales, en las cuales una porción variable de intestino escapa por el ojal que deja el ombligo hacia el exterior. Esta clase de patologías requieren de cirugía y el niño puede continuar su vida de manera normal y tranquila.
Por último cabe destacar que no hay que tener impresión ni miedo a la hora de realizar las curas, después de todo solo es un tejido resecándose hasta caer y una mera cicatriz de lo que alguna vez fue el conducto por el cual el feto se alimentaba y respiraba pero que, definitivamente, ya no necesita.